Querido hijo mío,
desciendo a lo más profundo
de estas entrañas enfermas:
te pido perdón
por no llegar a ser
por no llegar a ser
nunca tu sangre
por no poder sino acunarte
entre requiems
y mortajas
por un vientre tan vacío y confortable
como Judea
sé que hubiera sido una buena madre
(siempre fui una hábil equilibrista)
yo te hubiera parido con
el dolor que da vivir
y saber que
la eternidad sólo es constante
mientras tiene un espejo
cóncavo en el
que reflejarse
[ ] mi pequeño narratario
querido hijo mío,
mi destino es el tuyo:
una Pietá de Oliviero Toscani